Exponer vs. Exponerse
¿Cómo nos mostramos ante los demás?
Hace algún tiempo en una formación que impartía a un grupo de managers, uno de los asistentes me formuló una curiosa pregunta:
"Oye,… ¿y si tomamos mucha consciencia no crees que sufriríamos mucho?"
Me quedé perpleja por lo elevado de la pregunta en cuestión. Respiré y me preparé para responderle…
"Pues fíjate, que preferirías ¿soportar la pesada carga de ir por la vida en automático o sostener la liviandad del que tiene la posibilidad de elegir a partir de lo que ha descubierto de sí mismo y de la interpretación del mundo que le rodea?"
El participante se quedó en silencio. Esa, -creo yo- fue su mejor respuesta, el silencio. A veces, lo que no decimos es más elocuente que lo que decimos abiertamente.
Tomar conciencia
El hecho de tomar consciencia, de pensar de manera abstracta -pensando sobre el pensar- y analizar el cuento que elegimos contarnos ante cualquier desafío, situación o persona, realmente, es la antesala de elegir qué hacemos con todo ello. Y este hecho de preguntarnos y repreguntarnos continuamente, retando nuestra cuasi-percepción, nos invita a cuestionarnos profundamente y a darnos cada vez más cuenta de que no somos tan perfectos como creíamos.
Y además nos ayuda también a darnos cuenta de que nuestro potencial puede ser sacado a la luz, porque las herramientas que nos han acompañado hasta aquí, aquí se quedaron y necesitamos de otras distintas para proseguir el camino, porque las anteriores ya no nos alcanzan.
A mi todo ello me resuena profundamente y me trae una palabra que se repite en mi cabeza como un martillo… “declararme impotente hoy para resolver un determinado desafío y necesitar, por tanto, de revisarme mi maletín de herramientas para elegir otras que me sirvan más y mejor en esta nueva situación”. Si esto no es vulnerabilidad… ¿qué es si no?.
Por eso, me conecto cada vez más con la distinción “Exponer vs. Exponerse” como una forma, no sólo de observar el mundo que me rodea, sino como una elección sobre cómo quiero estar en él. Y todo ello me habla del “desde donde” me muestro. Habitualmente, cuando nos presentan a alguna persona, o entramos en contacto con un entorno o en un sistema en el que aún no habita la confianza, solemos quedarnos en hablar de lo que yo llamo “cositas”: es decir, de lo que hemos estudiado, de si tenemos mascotas o no, de la empresa o el departamento en el que trabajamos, de donde hemos nacido o incluso de donde vivimos hoy. Y elegimos quedarnos en ese plano de falsa vulnerabilidad, donde todo es protección y nada es exposición. Por supuesto, la interacción con el otro también baila en ese plano. Si tu… entonces yo. Si tu no te muestras y no te desnudas ante mi… ¿quieres que yo rebase esa línea?. Pues, no. Y ahí nos quedamos, en un plano de lo más polite y político del mundo. Ahí es difícil conocernos, y por tanto, reconocernos… que no es, ni más ni menos, que conocernos dos veces y apreciarnos en eso que conocemos del otro.
Segundo nivel: "Exponer"
El segundo nivel de “exponer” tiene que ver con hablar de “cositas” de los otros, que nuestra conversación gire más hacia el otro que hacia mi, con lo cual lo de exponerse queda muy limitado, ¿verdad?
Tercer nivel: "Yo descriptivo"
El tercer nivel nos adentra en el “yo descriptivo” desde lo que hago, lo que tengo, e incluso quien soy pero no mostrándome, no abriendo mi caja de sentimientos… solo dando una faceta descriptiva de mí mismo/a.
Cuarto nivel: "Abrirnos en canal"
Cuando entramos en “abrirnos en canal” y traer al tapete la paleta de sentimientos, sensaciones, emociones que nos provoca un determinado hecho, incluso las interpretaciones que anteceden a esas emociones, empezamos a tocar con el filo de nuestros dedos eso de “exponerse” ante el otro. Estamos en nuestro cuarto nivel de comunicación al mundo.
Ahí, empezamos a darnos cuenta de que somos humanos y además unos “perfectos imperfectos”. Automáticamente, y casi por arte de magia ocurre algo sorprendente: es que el otro, sí, ese o esa persona que tengo en frente de mí, de repente hace “click” y se abre también, sin forzarlo, de manera natural, con liviandad, como si lo hiciera todos los días al despertar… Mi “exponerme”, mi vulnerabilidad permite crear un vínculo mágico con el otro, incluso aún siendo un desconocido para mi o con el que aún no he sembrado la semilla de la confianza.
Exponer, me quedo en la linealidad del dato, en la descripción neutra de quién soy.
Exponerme, me desproveo de ropajes, de caretas, de descripciones, y hablo más desde mi esencia, desde quién soy, con mis imperfecciones, luces y sombras.
Y a ti… ¿cuál de las dos te parece más auténtica?